El deporte femenino está viviendo un crecimiento que nunca se ha visto antes. Hoy, los estadios comienzan a llenarse como en el deporte masculino.
Las audiencias en la televisión se multiplican y cada vez son más los patrocinadores que apuestan por este tipo de competición. De hecho, incluso en el ámbito más digital y del entretenimiento, hay proyectos como
Bet Brothers España que reflejan claramente cómo el interés en este tipo de ligas también está creciendo.
Sin embargo, en medio de grandes clubes con presupuestos potentes y plantillas llenas de estrellas, hay historias que sin duda capturan el espíritu más puro de este deporte. Los equipos modestos que, contra todo pronóstico, se atreven a desafiar las reglas y los estándares establecidos y derrotan a los gigantes en las ligas femeninas.
El crecimiento del deporte femenino y la brecha entre diferentes clubes
Durante la última década, el deporte femenino ha visto cotas que nunca antes había podido alcanzar. Ligas como la española, la inglesa o incluso la estadounidense se han profesionalizado y han atraído a jugadoras de élite, generando así contratos que cada vez son más competitivos. Pero este tipo de profesionalización también ha evidenciado una brecha. La brecha de que, mientras algunos clubes disfrutan de instalaciones que tienen un primer nivel y plantillas que son millonarias, otros sobreviven con recursos limitados y basan su éxito en la cantera, la pasión de sus jugadoras y el apoyo de sus comunidades que siempre se muestran fieles.
Se trata de una diferencia económica que recuerda, en cierto modo, al fútbol masculino. Sin embargo, lo que hace tan especial a este tipo de deporte es que la brecha aún no ha resultado insalvable. Los equipos más modestos tienen un espacio para crecer y en ocasiones para dar sorpresas que siempre quedan grabadas en la memoria de toda la historia colectiva.
¿Qué casos inspiradores en el fútbol femenino podemos ver?
No son uno ni dos. Dentro del fútbol femenino podemos ver casos como estos.
España, el ejemplo de Granadilla Tenerife.
En la Liga F, dominada por grandes nombres como el FC Barcelona o el Real Madrid, el Granadilla Tenerife es un ejemplo de superación. Tienen un presupuesto muy limitado y este club, aun así, ha logrado consolidarse en la élite y competir de tú a tú con los gigantes. Su secreto, la unión entre la plantilla.
Inglaterra, el ascenso del Leicester City Women.
Están inspirados en la gesta de los hombres en 2016. El Leicester City Women ha demostrado que la cultura del esfuerzo y la propia organización también puede romper las barreras. De hecho, en pocos años han pasado de ser un club amateur a competir en la FA Women's Super League.
Estados Unidos, el espíritu del NJ/NY Gotham.
En la NWSL, donde conviven diferentes franquicias y están respaldadas por grandes capitales, Gotham ha sido un ejemplo total de resiliencia. Nada menos que tres años de dificultades y una gran reestructuración interna. Pero, aun así, el club ha sabido reinventarse, fichar con inteligencia y devolver esa ilusión a la afición que nunca ha perdido la fe en ellos.
Baloncesto femenino, David contra Goliat.
El baloncesto femenino es otro de los terrenos fértiles para la historia de los equipos más modestos que hacen temblar a los grandes. Por ejemplo, en la Euroliga, hemos visto a clubes con menor presupuesto alcanzar las fases finales gracias a una buena gestión y a un fuerte sentido del compromiso y también de la permanencia.
Es el caso del Uni Girona en España. Y sin los recursos de un Perfumerías Avenida o de los gigantes europeos, el club catalán ha logrado disputar títulos y atraer a estrellas de todo el mundo. El secreto, un proyecto con los pies en la tierra, el apoyo de la afición y también una filosofía de lucha constante.
Mucho más allá de un simple marcador. ¿Cuál es el impacto de estos equipos?
Estos clubes no solo desafían a los grandes en el terreno del deporte, también son un faro de inspiración para cada comunidad. Y es ahí donde no llegan los grandes nombres. Donde estos equipos llenan pabellones y también estadios. Donde motivan a las niñas a soñar con ser esas grandes deportistas y generan un impacto cultural que va mucho más allá de un simple gol o de un simple tanto.
De hecho, en muchos casos, los equipos más pequeños o modestos son la única referencia femenina de localidades enteras. La presencia en la élite permite que tanto niñas como jóvenes vean un futuro posible en el deporte y derriben así barreras y estereotipos de género. Algo que tiene que acabar cuanto antes.
¿Cuál es la clave? La pasión, la cantera y la resiliencia.
¿Qué tienen en común estos equipos que desafían a gigantes? Son cinco puntos los que tienen en común.
- La pasión. Y es que las jugadoras y los técnicos viven el deporte como un proyecto vital. No solo como un trabajo o un negocio.
- La cantera. La apuesta por el talento local asegura la identidad y el compromiso de cada una de las jugadoras.
- La resiliencia. Y es que saben reinventarse ante dificultades económicas o deportivas de todo tipo.
- La comunidad. El vínculo, sin duda, es una de las mayores claves. Porque el club no es una marca más, sino una extensión del propio barrio, de la ciudad o de la región.
- Los medios y la visibilidad. Una lucha paralela que pocos saben ver. Y aunque cada vez se habla más del deporte femenino, los equipos más modestos siguen teniendo un reto. Porque los grandes clubes atraen a la mayoría de los focos mediáticos. Mientras que las historias de superación de estos pequeños clubes apenas encuentran un espacio en la tele.
Sin embargo, las redes sociales están cambiando esto. Y es que muchos clubes han encontrado en plataformas como Twitter, Instagram o TikTok un canal para contar sus historias. Un canal para acercarse a cada aficionado y mostrar que su valor no se mide solo en trofeos, sino también en la capacidad de inspirar a los demás.
El futuro de los underdogs en las ligas femeninas.
La pregunta que surge es, ¿van a seguir teniendo espacio estas historias a medida que el
deporte femenino se profesionalice más? La respuesta depende de varias cosas. Si las ligas logran construir modelos de competición que sean equilibrados, con repartos más justos de los ingresos económicos y de medidas de apoyo a los clubes más pequeños, habrá un margen para que estas historias siguen escribiéndose y dando mucho que hablar.
Como el fútbol, el baloncesto, el voleibol. Son disciplinas que nos recuerdan que gracias a los clubes pequeños, cualquier niña que sueña con ser profesional puede tener referentes cercanos, humanos, alcanzables y posibles. Y mientras estos equipos sigan dando lo mejor de sí, el deporte femenino va a seguir siendo un espacio donde lo imposible se puede convertir en realidad.