«Estamos cinco todavía, míster»,
o «es que desde Majadahonda se tarda mucho en llegar» revindican jugadoras del
Cadete B del CFF Olympia Las Rozas en los campos del Recinto Ferial. El
entrenador, conocedor de la dificultad de llegar a tiempo y demostrando una
profesionalidad estoica, comienza a realizar ejercicios de calentamiento con
las pocas futbolistas presentes.
Llegan desde todas partes de la
comunidad madrileña en autobús, en los coches de sus padres o en cercanías
–dependiendo de la suerte que se tenga-. Estudian, practican otros deportes o
van a teatro, actividades que, en ocasiones, les impiden llegar a la hora
acordada; pero llegar, llegan. Son jugadoras del CFF Olympia Las Rozas, tienen
entre ocho y dieciocho años, e irían a donde fuera por poder llevar a cabo su
pasión: jugar a fútbol.
Desde hace seis años existe en Las Rozas de Madrid el Club de Fútbol Femenino Olympia Las Rozas, un club en el que se trabaja «únicamente el fútbol femenino porque hay mucho trabajo por hacer», como sentencia Lydia Vizcaíno, directora de Metodología y Cantera de la entidad. Bajo la inspiración de la polis griega con la que comparten nombre y amor por el deporte, se creó el equipo con 13 niñas en plantilla. Una cantidad corta, pero que sirvió para crear un emblema: el himno del club, que abandera el lema “13 jugadoras y un balón”.
El
trabajo desde su día consistió en visitar colegios e instalaciones deportivas
en las que poder atraer a niñas cuyo deseo fuera aprender dándole patadas al
balón. Hasta hoy, momento en el que tienen equipos en todas las categorías
existentes, más de 250 niñas en plantilla y un sentimiento de pertenencia del
que avisa Arantxa de la Chica, capitana del Senior A y entrenadora de Veteranas
e Infantil A: «solo tienes que estar una pretemporada, como le ha sucedido a
muchas jugadoras que han llegado desde el Real Madrid o el CD Samper, para
sentir el Olympia como tuyo».
Entrenamiento del Senior A del Olympia Las Rozas | Antonio Rodríguez
Y será verdad. Desde que uno
pasea por las instalaciones del Recinto Ferial de Las Rozas no puede dejar de
pensar en la familia, el sentimiento de pertenencia y el lema: “13 jugadoras y
un balón”. Tiene letra de relato épico. No obstante, en las gradas de las
instalaciones deportivas no se respira un clima bélico, sino todo lo contrario.
En los fríos asientos de cemento hacen acto de presencia la amistad, el
compañerismo, la ilusión por el deporte y hasta Raúl González, el mítico
jugador del Real Madrid, que aprovecha el impasse
para seguir atentamente el entrenamiento de su hija. Porque en el Olympia Las
Rozas, a diferencia de otros equipos, si hace falta se crea «un equipo más para
que entren todas y que no se diga a nadie que no», como asevera De la Chica.
Si el fútbol femenino en España
progresa adecuadamente desde el comienzo del último lustro, el
fútbol base femenino avanza dos pasos por detrás, pero avanza. Hace unos años
proliferaban los equipos mixtos, o, mejor dicho, equipos de fútbol masculino en
los que se dejaba jugar a aquellas
niñas que quisieran hacerlo. Así sucedía hasta los 14 años, concretaba De la
Chica, pero «hoy las niñas se dividen por categorías y comienzan a jugar a los
cuatro o cinco años».
El fútbol base femenino lleva
años caminando por una fina línea de pensamiento sostenida en el debate entre fútbol
base mixto o especializado. Las respuestas que se reciben caminan en dos
sentidos complementarios: el deportivo y el educativo. Javier Sánchez, padre de
una jugadora del club, destaca la importancia de que en el Olympia se les den
oportunidades a las niñas de jugar y, sobre todo, de ser futbolistas.
Porque ser futbolista es lo opuesto al dejar
que jueguen de años atrás, es la réplica a la antigua visión paternalista
del deporte. Vizcaíno coincide con este padre, ya que en
los equipos mixtos «si la niña juega bien, los comentarios pueden ser
positivos; en cambio, si esa jugadora tiene menos calidad, se expone a
comentarios negativos que sean perjudiciales para su proyección». La cuestión,
una vez más, es que la valía de una jugadora deje de ser cuestionada por su
sexo y comience a ser valorada por su fútbol. La solución, entonces, parece
evidente: equipos especializados.
Hay que introducir una última
variable en el debate. Pese a que la creación de equipos especializados
contribuye a construir bloques robustos de sororidad y fortalecer el
crecimiento del fútbol femenino desde la base, tanto De la Chica como Vizcaíno
sacan a relucir la faceta técnica del análisis del deporte, concluyendo una
solución equilibrada: se debe jugar mínimo un año en equipos mixtos, en edades
en las que las diferencias físicas aún no sean notables, ya que «el fútbol
masculino tiene grandes aspectos de los que hay que aprender sin compararse».
Vizcaíno insiste en la importancia de probar y ejercitarse con los ritmos,
intensidades y velocidades del fútbol masculino. Es algo que, según la
Directora de Cantera, diferencia a España de otros países: «trabajé en Estados
Unidos, en la Escuela del FC Barcelona, y me di cuenta de que lo que nos
diferenciaba de ellas es el físico”.
El crecimiento del fútbol base
femenino no es únicamente una lucha social. De hecho, esa faceta es
responsabilidad de la educación, del tratamiento de la información en los
medios, o de los poderes públicos que abogan por una sociedad igualitaria. Y,
aunque también sea responsabilidad de las entrenadoras modelar socialmente a
las jugadoras, reside en ellas el crecimiento futbolístico. Y este sí que reside
única y exclusivamente en ellas. Nosotros podemos investigar, defender y
aplaudir el progreso, pero hablamos de deporte y solo ellas saben jugarlo. Por
fortuna, lo hacen con clarividencia y seguridad.
De izquierda a derecha: Arantxa y Ana Belén de la Chica, y Lydia Vizcaíno | Antonio Rodríguez López
Ana Belén de la Chica, jugadora
del Senior A y Directora Deportiva del Olympia Las Rozas, defiende la
importancia de trabajar en estudios especializados del aspecto físico del
fútbol femenino. No dejaba de entrenar mientras analizaba las claves del fútbol
base femenino y, como el movimiento se demuestra andando, nos regala la mejor
lección de qué debe hacer este deporte para crecer: no dejar de trabajar y no
perder la vista de ellas, las niñas. Tanto ella, como Vizcaíno y Arantxa de la
Chica coinciden en que la fuerza es la asignatura pendiente del fútbol base
femenino español. Vizcaíno llegó el pasado año al club de Las Rozas e implantó
«mínimo una hora de trabajo de fuerza fuera del campo». Es un trabajo que debe
realizarse desde la base para que no suponga carencias en el fútbol femenino
del futuro.
No obstante, el trabajo de la
fuerza debe ser adaptado a las particularidades del deporte base. Es un punto
en el que no solo coinciden, sino que insisten todas las entrenadoras de la
entidad. Vizcaíno apunta que el ejercicio de la fuerza debe ser acomodado «al trabajo
psicomotriz, la coordinación y el desarrollo de los aspectos técnicos para, en
un futuro, trabajarla completamente a nivel físico”. A esta lista, Arantxa de
la Chica añade también el trabajo específico de prevención de lesiones.
La cuestión es trabajar la fuerza y hacerlo, además, de forma adaptada. Es un punto clave, cuyo comienzo sitúan en la categoría Infantil, que debe ser tratado de forma especializada.
Existe una ecuación muy sencilla –ni siquiera tiene incógnitas- que demuestra que cuantas más herramientas se ofrezcan al servicio de una labor, más sencilla será su ejecución. En redes sociales, en televisión, en los campos de las diferentes ciudades de la geografía mundial, se puede ver a una ingente cantidad de jugadores de fútbol preparando sus capacidades físicas para saber arrancar en carrera, ejercer presión sin perder la fuerza o recibir un balón de espaldas y protegerlo de la defensa rival. Cada parte de un partido ha de ser entrenada y estudiada por separado. Cualquier niño será obligado a dar cincuenta toques al balón antes de comenzar su entrenamiento.
Hay una frase bien cierta para
todo amante del fútbol –aunque se puede adaptar a cualquier tipo de afición o pasión-,
que es lo más importante dentro de todo lo que no es importante. Y así es en
casi todas las situaciones, menos en esta. Durante mucho tiempo, demasiado, se
ha guardado el fútbol femenino como un hobbie,
en contraposición al masculino. Jugar al fútbol para pasar el rato contra jugar
al fútbol como trabajo, como parte de tu vida. Y no es así.
Sonia Soria, presidenta del CFF
Olympia Las Rozas, apunta sabiamente que «España debe creer que el fútbol
femenino merece la pena y que puede ser administrado tanto por hombres como por
mujeres». Y lo debe creer porque es un hecho empírico. Es muy importante que
las niñas, desde la base, al igual que los niños, tengan la oportunidad de
recibir una educación futbolística y un lugar seguro en el que ejercitarse. Si
los caminos de la vida después las llevan lejos del fútbol, que no sea porque
no han tenido la oportunidad.
De la Chica hablaba sobre sembrar
y cosechar. Ellas sembraron y ahora entrenan para que las niñas lo cosechen.
Porque la base es el futuro y, en palabras de la entrenadora, «cuanto más se
pueda aportar al fútbol base, más disfrutaremos mañana de la igualdad en el
fútbol femenino».