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Querido fútbol: el Mapigate

OPINIÓN
14/03/2021 | Andrea Menéndez Faya
Ya lo saben: a Mapi le caen cuatro partidos. Pero le caen a ella por no poder metérselos a todas.
Querido fútbol: el Mapigate
RFEF
Los antecedentes los saben, así que no vamos a ahondar en ellos: a María León le caen cuatro partidos por opinar de los errores de las árbitras. No ha sido por insultar, por despreciar, por utilizar lenguaje malsonante, por cuestionar su honradez: ha sido por opinar. Que quede claro eso para entender todo lo demás. 

Mapi, nuestra Mapi, la de todos, alzó la voz tras su expulsión y lo hizo con la informalidad que la caracteriza. Días antes lo había hecho con más seriedad tras caer el FC Barcelona frente al Atlético de Madrid en semifinales de Supercopa. Ahí fue más allá, se apoyó de vídeos y apeló a la profesionalidad a la que están obligadas las futbolistas. Lo dijo claro: un día me perjudicarán a mi y otro al rival, pero esto no ayuda. Ese mismo mensaje, en tono desenfadado, es el que le ha costado la sanción: perjudicaron al Real Madrid con dos goles anulados y después a ella con una expulsión y un penalti que no era ni falta. No ataca a la honradez de las árbitras. No es un: se equivocan a propósito. Es una crítica constructiva que pide que el nivel del arbitraje aumente en consonancia con el del juego, y ahora vamos a ello.

Cuando entró la televisión, la Primera División Femenina la pitaban árbitros de Segunda B para dar sensación de seriedad. No llegaba a la LFP, pero se aproximaba. Eran árbitros con años de experiencia y reputados en su mayoría. Entonces la RFEF empujada por UEFA, decidió que fueran mujeres las que pitaran. En aquel entonces, el fútbol femenino llevaba 10 años trabajando a un nivel considerable. Del sprint final que ha metido en estos años no hace falta ni hablar. Sin embargo, las árbitras llevaban muy poco tiempo en comparación en la pomada. Su nivel no estaba al nivel por una mera cuestión de experiencia. Las hay buenas, las hay normales, y las hay malas, como en todas las categorías, pero es algo que se cura con años de silbato y de aprender de errores, precisamente lo que no tenemos. Si hay un aspecto del fútbol con el que el aficionado tenga escasa o nula paciencia es con el arbitraje. 

Cuando se tomó esta decisión, el Comité Técnico de Árbitros se estrelló contra la papeleta de montar una plantilla completa de mujeres para la élite, por lo que pidió a las territoriales que enviaran a las que consideraran mejores de cada una a una prueba en Madrid. Entraron las mejores de esa prueba. De esa plantilla, teníamos muy pocas internacionales, el resto estaban como mucho en tercera división. Si miramos la foto de esa plantilla, ha habido grandes rotaciones, pero si bajamos un poco al barro, en Reto Iberdrola, el escenario es de jóvenes árbitras que debutan como asistentes en una categoría que les viene enorme. Es una cuestión de sentido común pedir que esto mejore, no por las jugadoras, no por la liga, no por meter palitos en la rueda, si no por la salud del arbitraje. Hay buenas árbitras en categorías masculinas a las que no se ha metido en Primera o Reto aún porque ahora se introducen dos por año y es muy difícil entrar en esa repesca, el concepto de nevera aquí no existe por puro paternalismo, se permiten los errores porque están aprendiendo, y esta no es una categoría de aprendizaje. Máxime si el 1 de julio es profesional. Si eso pasa, las futbolistas serán profesionales, los clubes serán profesionales, se va a exigir profesionalidad a todos los niveles, y no podemos seguir descolgados en algo que influye tanto en el juego y en los resultados como es el arbitraje.

Todo esto, que la RFEF asumió como una crítica que faltaba al respeto al arbitraje, se expone por la pura necesidad de mejoría. Y cuando hablamos de mejoría, no hablamos solo del fútbol. La presión constante a la que están sometidas las árbitras, la viralización de sus errores, la crítica de los aficionados, y el propio cargo mental de haber hecho un mal partido, les hace daño a ellas mucho más que a un partido o a una clasificación. Estas árbitras, que han entrado en este mundo porque les gusta, acabarán odiándolo, porque no se les ha dado tiempo a formarse convenientemente, a aprender, y a hacerlo en un ambiente y unas condiciones que permitan el ensayo y error. Cuando hablamos de revisar esta norma lo hacemos con la única y clara intención de favorecer el crecimiento del arbitraje femenino en España. Pero hay estamentos que no aceptan que se les diga lo que hacen mal, y ahí viene la segunda parte del maremoto Mapi León.

Este año las futbolistas están desbocadas. Toda la revolución montada en redes con las demandas del convenio las ha reforzado en una posición de poder que antes no tenían. Las futbolistas han encontrado un respaldo social en plataformas en la que se expresan libremente, en las que los aficionados interactúan, crean debate, aumentan la presión y consiguen hechos que antes no traspasaban la puerta de un despacho sin ratificarlas. La prematura cancelación de la temporada pasada trajo cola. La RFEF se vio atacada de tal manera que su presidente decidió cerrar su cuenta de Twitter. El debate se trasladó incluso al Congreso de los Diputados, donde todos los grupos políticos, sin excepción, entendieron que era una cuestión de discriminación, y se precipitó la decisión de convertir la liga en profesional. Jaque

En pretemporada, la cosa no mejoró. Se filtra la posibilidad de que la Primera Iberdrola se divida en dos grupos. RFEF niega (luego, en el famoso comunicado sobre “por qué nuestro protocolo es el que es” admite que era verdad. Cosillas que pasan). Y las jugadoras reivindican la necesidad de no cometer errores del pasado, de no volver diez años atrás a un esperpento de formato, y de hacer un esfuerzo por continuar con un grupo. Ellas, que son muy suyas para pelear por lo suyo y por eso de que no las ninguneen. Jaque mate. 

Arranca la temporada, comienzan los partidos aplazados, y un club en especial descansa más de la cuenta. Es el club que domina la competición, que tiene el punto de mira fijado en Europa y al que tanto coitus interruptus le sienta mal a su preparación física y deportiva. Así que empiezan a aparecer tweets con pullitas de un grupo que se creía controlado por eso de ser el grupo fuerte de la Selección. A ese grupo se le había llevado a escenografía para reforzar al Presidente en varias ocasiones, y lo habían hecho, porque forma parte de su trabajo. Las aguas vienen revueltas, así que quienes toman las decisiones empiezan a ponerse nerviosos. Y, de repente, el comunicado de prácticamente la totalidad de las jugadoras reclamando que se cambie el protocolo. El temor a otra huelga. La opinión pública de cara. Las redes atacando a la Federación, a su presidente, y a quien se les ponga por delante. No se puede tolerar.

Y entonces, Mapi. Una voz respetada en la comunidad, central indiscutible de la Selección, una de las mejores jugadoras del mundo en su posición, y con un fandom potente. Primero, el hilo de la Supercopa. Después, interactúa con usuarios para reforzar su posición. El público la jalea, otras jugadoras alzan la voz, y se teme la revolución. La RFEF no lo puede tolerar, apela a un artículo del Código Disciplinario que no se puede aplicar a este tweet, y le mete cuatro partidos y 601 euros. El FC Barcelona apela, y ahora, mientras escribo este artículo, el Comité de Apelación admite la cautelar para el partido de esta tarde. Hay que prevenir el mal mayor. Si hay que rectificar la sanción, nadie le devolvería el partido ante el Valencia, y ahí sí que la habría liado parda la RFEF. Los 601 euros, esos sí, son firmes ya. Lo de los partidos habrá que verlo más adelante. 

La sanción a Mapi es una advertencia a todas. Es un: os estáis subiendo mucho y os tenemos que bajar. Las protestas molestan, y el mismo artículo del Código Disciplinario que se le aplica a Mapi en este caso, sirve también para cualquier protesta a la RFEF. La misma sanción que le cayó a la central del FC Barcelona por pedir mejoras en el arbitraje, se le puede aplicar a cualquier jugadora que pida mejoras en cualquier otro aspecto de la competición. Eso es lo peligroso. Lo verdaderamente peligroso de este asunto. Que pelear por los derechos, el avance de la competición y la profesionalización del fútbol femenino pueda llevarte a una sanción tipificada como grave, de 4 a 12 partidos. Que se pueda marcar a nuestras futbolistas como problemáticas por defender, en sus redes sociales, en una entrevista, o en cualquier declaración a medios, lo que ellas consideran defendible. Sin atentar contra la integridad de nadie, contra su honradez o contra su profesión. Vamos, lo que ha hecho que el fútbol femenino en España esté donde esté, ahora está siendo cuestionado. Y eso no lo podemos consentir. 

Y ya, yendo a lo individual sobre Mapi, recupero esto: 

Decía David Gistau que si aparcamos juntas dos motos japonesas de un mismo modelo y color, solo podríamos distinguirlas por la matrícula. Fijándose en el catálogo que supone una ruta de moteros con diez ejemplares en sucesión curva a curva, no dejan entrever ni un solo matiz de la personalidad del que las conduce, más allá de cualquier pequeño detalle, que, a menudo, viene expuesto en el casco, no en el chasis: Una pegatina de un demonio de Tasmania, una bandera de una Comunidad, o una pirata. Elementos que no hacen carácter, lo mismo que la fruta que te cosían en el babi de la guardería. Pero Gistau, que solía tener razón cuando se fijaba en las cosas en las que nadie se fijaba, sostenía que la Harley es distinta. Cuando te haces con una, no compras la moto sino el proyecto que tienes en tu cabeza de la moto. Aquello en lo que la puedes convertir sabiendo el increíble potencial que tiene y a la que le puedes trasladar tu alma pieza a pieza. "Un pedazo de hierro sobre el que hay que ponerse a trabajar". Y que una Harley acabada –aunque sea prácticamente imposible detectar cuándo una Harley está finalmente acabada, para su dueño siempre hay algo que se le puede añadir, cambiar, mejorar…- da a conocer la forma de ser del que la pasea. Debajo de un armazón totalmente distinto a lo que puedas encontrar en cualquier otra moto se esconde un motor de primer nivel, una sinfonía de sonidos únicos, una estructura impresionante y un alma incorrupta. Cuando el FC Barcelona fichó a María León en la temporada 2017/18, invirtió 50 mil euros sabiendo que se hacía con una Harley.

Y a una Harley no se la doma.
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