Las árbitras españolas que dirigirán en los JJ.OO. y lo que eso significa para el fútbol femenino
Un partido de fútbol empieza con un toque de silbato, con un gesto, una mirada firme y la decisión de hacerse respetar sin necesidad de levantar la voz. Eso es lo que van a hacer tres árbitras españolas este verano en los Juegos Olímpicos de París. Y no, no es una noticia cualquiera, se trata de una señal clara de que el fútbol, el de verdad, el que no deja a nadie fuera, está cambiando de rumbo.
Durante años, el arbitraje fue esa parte del juego que parecía solo reservada a los hombres. No solo en el campo, también en las conversaciones, en los debates, en los análisis. Y, sin embargo, mientras todo eso ocurría, ellas estaban ahí, formándose, pitando partidos en campos de tierra, tragando comentarios que nadie debería soportar y aprendiendo a imponer justicia en silencio.
Y ahora están listas. No para demostrar nada, porque ya lo han demostrado todo, sino para ocupar el sitio que merecen. En julio, tres mujeres españolas estarán sobre el césped olímpico señalando penaltis, revisando jugadas y mostrando tarjetas… como si fuera lo más normal del mundo, porque debería serlo.
No es solo un logro, es un reflejo
Que haya tres colegiadas españolas en unos Juegos Olímpicos no es un accidente. Es el resultado de años de trabajo, de una generación que ha empujado con todo. Marta, Olatz y María Eugenia, aunque sus nombres no sean aún tan populares como los de ciertas delanteras, han hecho lo suyo partido tras partido. Y lo suyo, en este caso, es tener el coraje de mandar en un campo donde durante mucho tiempo solo mandaban ellos.
Su presencia en París no se explica solo por sus méritos individuales. Es también la consecuencia de una transformación que viene gestándose desde hace años, ya que cada vez más niñas se apuntan a cursos de arbitraje. Por otro lado, los comités técnicos están apostando fuerte por la formación en igualdad, incluso el entorno mediático está empezando a girar, ya no se las presenta como “las árbitras”, sino como lo que son, sin más adjetivos.
Y, por si fuera poco, el fútbol femenino se ha convertido también en un fenómeno con peso propio dentro del universo de las
apuestas deportivas.
Las casas de apuestas ya no ignoran la Liga F ni los torneos internacionales femeninos, y si hay seguimiento, hay presión. Y si hay presión, hay que tener árbitras preparadas.
Marta, Olatz y María Eugenia, distintas trayectorias, mismo pulso
A Marta se la conoce por su carácter templado, por no dejarse arrastrar por el ruido, por su capacidad para mantener la calma incluso cuando el partido se enciende. La hemos visto en finales, en encuentros tensos, en estadios llenos. Siempre discreta, siempre firme. Es una de esas personas que mandan sin necesidad de levantar la voz.
Olatz, en cambio, tiene ese punto quirúrgico. Es técnica, observadora, casi milimétrica,
sabe estar donde tiene que estar y tomar decisiones que luego aguantan el vídeo, la repetición y la lupa. Ha sabido ganarse el respeto no solo en España, también en Europa.
María Eugenia es la más joven de las tres, pero no la menos preparada. Llega con hambre, con físico, con visión, representando una nueva oleada de colegiadas que han crecido ya con otra mentalidad. Para ellas, arbitrar no es algo raro, ni excepcional, es lo que quieren hacer.
París no es el final del camino
Habrá quien piense que esto es un pico, un momento bonito y ya, pero no, esto no es un premio ni una anécdota. Es una etapa más en un proceso que, si no se detiene, va a cambiar muchas cosas.
Estas árbitras no estarán solas, estarán en equipos mixtos, compartiendo responsabilidades con compañeros de todo el mundo. En un escenario tan grande como unos Juegos, donde cada detalle cuenta, donde un error se repite cien veces en televisión y una decisión acertada a veces ni se menciona.
El reto no es pequeño, pero lo conocen. Están acostumbradas a ese tipo de presión, a tener que justificar cada gesto y a revisar mentalmente cada jugada incluso después del partido. Por eso, que estén allí, en ese contexto, es un paso adelante no solo para ellas, sino para todas.
Y todo esto llega, además, en un momento clave, porque tras París, vendrá la
Eurocopa femenina 2025, y las miradas ya están puestas ahí. Las instituciones europeas quieren dar un salto de calidad y saben que eso no solo pasa por mejorar la competición, también por elevar el nivel arbitral. Y en eso, España está bien posicionada.
No todas llevan botas
A veces cuesta verlo, pero el fútbol no se hace solo con goles y asistencias, también se construye con decisiones justas y con mucha valentía. La gente que está dispuesta a ponerse en el centro, aunque eso suponga estar expuesta, es fundamental, y las árbitras hacen eso cada fin de semana.
Y aunque aún queda mucho por avanzar, cada partido que pitan es una forma de normalizar lo que ya debería ser evidente, que ellas también pueden estar ahí, que lo merecen porque lo hacen bien.
Cuando en julio suene el himno olímpico y una de ellas salga al campo con sus asistentes, habrá niñas viendo la tele que quizás nunca se imaginaron vestidas de negro, pitando una falta o señalando un fuera de juego, pero esa imagen quedará y plantará semillas.
Y eso, sinceramente, vale más que cualquier medalla.